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Es común escuchar que, hoy en día, la búsqueda de alternativas y mecanismos de ingreso a estudios post-secundarios constituye un ámbito de creciente preocupación para los jóvenes, sus familias y la comunidad escolar en su conjunto. La retórica que señala que la educación superior es un fin al cual todos debemos aspirar, ha permeado a la sociedad chilena en su conjunto, generando nuevas demandas a los procesos formativos. Así, algunos hitos claves en la configuración de las trayectorias de los jóvenes, como por ejemplo, la definición de las áreas vocacionales, la elección de los recorridos post-egreso, y el cumplimiento de criterios de acceso académicos, se viven con optimismo, pero también, en muchos casos, con tensión e incertidumbre.

El proceso se experimenta con ambivalencia, no solo por las presiones y evaluaciones externas e internas que conlleva, sino que, fundamentalmente, por la complejidad que involucra la definición de un proyecto de vida. Es en este proceso en el cual los jóvenes miran hacia el futuro, definen lo que desean ser y alcanzar y, por contraposición, determinan lo que no desean ser. Representa una fase de construcción identitaria, en la que están implicadas miradas retrospectivas de distintas experiencias, entre las que cobran realce las vivencias en el área educativa, los hitos biográficos significativos, y las múltiples representaciones sociales que se han ido afianzando en la socialización.

Promover estos procesos, no es una tarea fácil. Para la escuela implica desplegar distintos dispositivos institucionales que faculten a los jóvenes para tener una panorámica más o menos acabada de cómo funciona el mundo, para conocer cuáles son las alternativas existentes y, finalmente, para comprender cómo es posible navegar en un escenario diverso, complejo y cambiante.

Algunos estudios, como los desarrollados por Delany (2001), han demostrado que la configuración de dispositivos de orientación y elección vocacional, constituyen un entramado del espacio educativo que, muchas veces, se subsume en los procesos de planificación de las escuelas, dejando de lado los fines propuestos. Los líderes escolares, tienen una capacidad limitada de entender los cambios de los estudiantes y la evolución de currículo (Delany 2001; 202). Más aun, las mediaciones y soportes institucionales, por lo general, no se orientan a la configuración de subjetividades, sino que responden a un modelo tradicional de ajuste de cualidades individuales y ocupaciones (Rascovan, 2005).

De esta manera, las escuelas se colman de test vocacionales y de marketing de las instituciones de educación superior; y si bien los equipos directivos desarrollan esfuerzos para promover la orientación vocacional, las acciones desplegadas se formulan de forma disociada de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Nos encontramos con acciones aisladas, que se transforman en procesos de orientación y no de formación. Por contrapartida, hay escasa cabida para la compresión y reflexión en torno a la realidad social, es decir, son reducidos los espacios para el reconocimiento de las aspiraciones, y las alternativas y rutas que lleven a la concreción de los proyectos de vida.

¿En qué se podría pensar entonces? Cambiar el lente es una alternativa. Tal vez se podría pensar en un modelo orientación y soporte vocacional más complejo y de mayor densidad, que busque formar a los jóvenes para las transiciones, que los ayude a identificar los obstáculos que limitan sus trayectorias, adquirir autonomía y pensamiento reflexivo (Aisenson, 2007), en pos de una integración a la sociedad plena.

La apuesta será, entonces, mirar los procesos de construcción de proyectos de vida, analizar de qué manera se ven apoyados por la escuela, y cómo es posible configurar mecanismos institucionales basados en la reflexión, el diálogo y la participación de los actores escolares. El llamado es a pensar profundamente el rol de la formación y en el diseño de estrategias-dispositivos desde una perspectiva integral, que busque hacer un interjuego entre lo pedagógico, psico-social e institucional.

Con el propósito de avanzar y abrir un espacio para trabajar estos temas, en el marco del CEDLE, estamos convocando a distintos actores a reflexionar y co-construir propuestas que den soporte a los procesos de construcción de proyecto de vida de los estudiantes. Buscamos destacar la importancia de las subjetividades de los jóvenes, y que los equipos de liderazgo escolar reflexionen al respecto. Nos planteamos como desafío cambiar el lente, (el que tradicionalmente ha tenido una mirada basada en modelos adulto céntricos), para generar una propuesta de liderazgo escolar que releve las aspiraciones y proyectos de vida de los jóvenes, y a partir de ello, plantear nuevas alternativas de intervención y prácticas de liderazgo. El desafío está abierto…