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En educación, el inicio de cada año escolar combina tradición y costumbre con algo de novedad. Lo saben bien los directivos y los docentes. Es volver a la rutina cotidiana, después de las largas vacaciones de verano, con la esperanza inamovible de que se logren avances importantes en el aprendizaje académico y socioemocional de los y las estudiantes. Pero también implica hacerse cargo de desafíos nuevos que deberán enfrentarse. La particularidad de este 2024 está relacionada con la posibilidad cierta de cerrar los efectos más perjudiciales que siguieron a la crisis educativa provocada por el COVID-19.

Un primer ámbito de preocupación que debiera movilizar a las comunidades educativas es la asistencia  de los estudiantes a los centros escolares. Se trata de la principal condición habilitante para la labor pedagógica: sin estudiantes asistiendo regularmente a clases no hay posibilidad alguna de mejoramiento en la calidad educativa. Las cifras del 2023 indican que todavía no se logra alcanzar el estado de régimen que existía con anterioridad a la pandemia. La asistencia regular en el sistema escolar fue de solo 84.8%, y las cifras son aún más preocupantes en la educación parvularia (en el nivel medio, por ejemplo, fue de 59.1%).  El cuadro se completa con otra información alarmante: el número de estudiantes que se desvinculó del sistema escolar durante el año 2023 fue de 50.184 (cinco mil estudiantes más que el año anterior). Los líderes escolares deberán, entonces, reforzar las medidas para lograr una mayor asistencia regular de todos sus estudiantes, así como para prevenir el abandono de aquellos en situación de mayor vulnerabilidad y desventaja.

Un segundo ámbito refiere a los aprendizajes académicos. La oportuna entrega en marzo de los resultados del SIMCE 2023 permitió a cada comunidad escolar tomar conciencia de su situación y calibrar sus objetivos de superación para este año. A nivel nacional ahora sabemos que ha existido una importante recuperación, y que, gruesamente, se han retomado los niveles de aprendizaje pre-pandemia.  Sin embargo, los desafíos siguen siendo gigantescos. El porcentaje de estudiantes que alcanza un nivel de aprendizaje insuficiente en matemáticas es el 38% en 4° Básico y es de 51% en 2° Medio, lo que es aún más grave entre las estudiantes mujeres. En lo referido a Comprensión Lectora, la situación no es mucho más satisfactoria: el porcentaje de “insuficientes” alcanza el 28% en 4° Básico y al 50% en 2° Medio, siendo en este caso peor la situación de los estudiantes varones. Estos bajos aprendizajes se multiplican en los grupos socio-económicos más desfavorecidos. Los líderes escolares tendrán que hacer sus mejores esfuerzos profesionales para movilizar a su cuerpo docente, a los propios estudiantes y a sus familias para lograr aprender más, socializando la urgencia por adquirir oportunamente las competencias y saberes esenciales.

Por último, la dimensión del bienestar socio-emocional, convivencia y la salud integral es también una tarea ineludible y que compromete a toda la comunidad escolar.  Muchos efectos perjudiciales de la pandemia (y pre-pandemia) siguen presentes. Ha resultado dificultoso que miles de  docentes cuenten con una situación básica de bienestar personal para desarrollar adecuadamente su labor profesional, lo que se expresó en que la tasa de ausentismo docente creció 10% entre 2019 y 2022. Asimismo, los estudiantes reportan, en el mismo SIMCE 2023 (IDPS), situaciones preocupantes, tales como que un minoritario 37% considera que “en su curso (los estudiantes) ayudan a mantener un clima tranquilo en clases”, o bien que solo el 59% dice confiar en sus compañeros. Más generalmente, las denuncias recibidas por la Superintendencia de Educación aumentaron en 8.5% respecto del 2022 y alcanzaron la cifra de 17.526. Tres de cada cuatro de esas denuncias corresponden a convivencia escolar.    Los líderes escolares deberán necesariamente tomar aún más cartas en este crucial asunto, ayudando a que sus comunidades escolares aumenten su sana convivencia entre e inter estamentos, así como que potencien su bienestar general.

Los tres ámbitos que hemos enunciado están relacionados entre sí y requieren, de parte de los directivos escolares, de estrategias de acción que los enfrenten con perseverancia y convicción. Los líderes educativos deberán usar toda su inventiva para avanzar frente a estos desafíos complejos con la participación amplia y propositiva del conjunto de la comunidad escolar. También deberán emplear eficazmente los recursos que los sostenedores y el ministerio de educación, mediante el Plan Nacional de Reactivación Educativa, han puesto a su disposición. Este año 2024 es posible dejar atrás los efectos negativos que tuvo la crisis COVID-19, y así volver a enfrentar los desafíos más permanentes que sigue teniendo nuestra educación. Es de esperar que las innovaciones exitosas y los aprendizajes organizacionales desarrollados en estos oscuros años pandémicos sean parte de las nuevas respuestas educativas por construir.