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Por Dra. María Elena Mellado Hernández
Mg. Carolina Villagra Bravo
Mg. Omar Aravena Kenigs.

El contexto educativo actual supone grandes desafíos para los líderes escolares de nuestro país. Una tarea primordial consiste en asegurar tiempos y espacios de reflexión colectiva para potenciar el liderazgo pedagógico del profesorado. El sentido de este proceso, supone para los equipos directivos transitar desde enfoques más tradicionales de supervisión y control de las prácticas docentes, hacia la mejora entendida como el aprendizaje profesional entre el profesorado.

En este marco, el acompañamiento pedagógico, requiere una mirada más amplia que la habitual observación de clases centrada en la evaluación del desempeño docente. Acompañar no es solo una tarea de los equipos directivos, puede ser compartida entre docentes antes, durante y después de la práctica en aula. Estas instancias de acompañamiento deberían ser orientadas por un instrumento que oficie de referente y mediador del proceso pedagógico para direccionar la mejora de la calidad del aprendizaje.

El “antes” está relacionado con el diseño de la clase, donde acompañante y acompañado reflexionan acerca de la preparación de la enseñanza. Esta experiencia de planificación conjunta, constituye una instancia de desarrollo profesional, que puede llevarse a cabo en pequeños grupos de docentes organizados por asignaturas, departamentos, niveles o ciclos. En otras palabras, el diseño de la enseñanza, centrado en qué y cómo aprenden los estudiantes, configura las oportunidades de aprendizaje que experimentarán los niños, niñas y jóvenes en el aula.

El “durante” la clase, consiste en la implementación del diseño de la enseñanza para el aprendizaje, donde el acompañante asume un rol activo a través de la co-enseñanza, de manera de transformarse en un mediador co-responsable del desarrollo de habilidades, conocimientos y actitudes del estudiantado. Sin embargo, en la actualidad el acompañante asume un rol de evaluador, siendo un mero espectador de la clase que tiene escaso impacto en la mejora de la práctica pedagógica y el aprendizaje del estudiante.

El “después” debería comenzar con una conversación guiada a través de preguntas que gatillan la reflexión de la clase y permiten el análisis de las evidencias de desempeño de los estudiantes según los objetivos de aprendizaje. Se espera que este proceso reflexivo constituya un hábito de la práctica y facilite al docente la autorregulación de su desempeño. Esta capacidad de regularse asimismo, puede ser orientada por la mediación de un instrumento con criterios que se sustentan en principios pedagógicos centrados en el aprendizaje como construcción de conocimiento por el estudiante, y no solo por personas que se limitan a retroalimentar las fortalezas y debilidades del docente.

Es definitiva, el acompañamiento pedagógico como sistema formativo, se transforma en una estrategia para el desarrollo profesional docente. Esto conlleva una cultura de colaboración en un ambiente de confianza, altas expectativas y reencuentro del sentido pedagógico. Finalmente, cabe mencionar que el desarrollo de un sistema de acompañamiento implica la construcción colectiva de un referente que explicite el protagonismo del estudiante por sobre el desempeño del profesor. En este sentido, se necesita superar la mirada restringida de observar aspectos como la estructura de la clase y el cumplimiento de tareas administrativas del profesorado.