menú

Hoy en día no se cuestiona el importante rol de las escuelas en los procesos de mejora escolar. En las últimas décadas hemos avanzado como país, tanto en estudios como en la convicción que los procesos de mejoramiento son lentos, de largo aliento y que si son sostenidos se van generando trayectorias de mejoramiento ascendentes. Para apoyar este proceso, hemos avanzado también en delegar en las escuelas la toma de decisiones, con mayores atribuciones, recursos, herramientas y capacidades que permitan precisar y focalizar el trabajo de mejora.  También hemos avanzado en entregar información de resultados de los estudiantes cada vez más completa, desagregada y oportuna, contando con información de mayor calidad para la toma de decisiones.

¿Qué desafíos tenemos aún pendientes para seguir avanzando y enfrentar la formación de estudiantes para un presente y futuro tan cambiante e incierto?

Claramente los desafíos son muchos. Propongo enfocarnos en uno de ellos, por su relevancia en el desarrollo profesional de los docentes.  Este es el lograr un trabajo de mayor colaboración, al interior de los establecimientos y entre las escuelas, para abordar la creciente complejidad que implica educar en el siglo 21. Se sabe que la colaboración con foco en dar respuesta a desafíos profesionales concretos y explícitos, fortalece la formación y desarrollo profesional de docentes y directivos, energiza expectativas de cambio y promueve el desempeño de las unidades educativas. También se sabe que colaborar en profundidad no es fácil de lograr y se avanza en la medida que se establecen ciertas condiciones que lo permiten.

En nuestra experiencia, como Fundación que lleva casi 30 años acompañando y fortaleciendo el trabajo de las escuelas, hemos aprendido que los procesos de cambio son más potentes cuando ocurren desde el interior del sistema educativo, lo que requiere elevados niveles de colaboración. Una de las condiciones para que ello ocurra es que se den conexiones e interacciones permanentes entre pares que potencien el aprendizaje, que exista apertura a indagar de manera colaborativa, que se fomenten relaciones sólidas de confianza y se promueva la apertura a profundizar en el aprendizaje permanente con un foco definido. ¡Para emprender este camino, el rol de los líderes de nivel local y de los equipos directivos es clave en asegurar y fomentar estas condiciones!

La buena noticia es que sabemos que es posible. Hemos visto docentes, escuelas y territorios donde esto se logra. En estos casos, el trabajo de los líderes ha contribuido a la conexión entre escuelas y profesionales, recogiendo las oportunidades que se presentan en el contexto. Un desafío concreto de quienes lideran es gestionar el uso de parte de las horas no lectivas para generar una cultura de colaboración al interior de sus escuelas, que promueva espacios de desarrollo profesional entre docentes y el diseño, análisis y mejora continua de sus prácticas, con foco en el aprendizaje y desarrollo de sus estudiantes.