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Distintos estudios a nivel mundial abogan por equipos directivos con liderazgo pedagógico que puedan propiciar en los centros escolares procesos formativos de desarrollo profesional docente que mejoren la enseñanza y el aprendizaje del estudiante (Bolívar & Bolívar Ruano, 2014; Hargreaves & Fullan, 2014; Mellado & Chaucono, 2016). En Chile, las actuales políticas de liderazgo escolar tienen como exigencias prácticas directivas que se responsabilicen del desarrollo profesional del profesorado, de la mejora de las prácticas pedagógicas y que centren su gestión directiva en el aprendizaje del estudiantado. En este sentido, surge la necesidad de gestionar los tiempos no lectivos de escuelas y liceos para la conformación de comunidades profesionales de aprendizaje.

Se ha discutido reiteradamente que los centros escolares requieren una cultura de trabajo colaborativo entre los diversos estamentos de la comunidad educativa. También se argumenta que el tiempo resulta siempre escaso para aprender al interior de la organización educativa. Sin embargo, las escuelas que mantienen o mejoran de manera sostenida resultados de aprendizaje, tanto a nivel nacional como internacional, tienen en común equipos directivos con liderazgo distribuido y pedagógico que han optimizado los tiempos disponibles para desarrollar comunidades profesionales de aprendizaje. Este aprendizaje conjunto entre directivos y profesorado requiere sin duda de principios democráticos, pero principalmente de propósitos pedagógicos como estudiar el enfoque del currículo que se enseña, mejorar las prácticas pedagógicas en relación a los resultados educativos que obtiene la escuela, por ende, asegurar que niños, niñas y jóvenes aprendan en la sala de clases.

En tal sentido, gestar colectivamente conocimiento pedagógico permitiría desarrollar un equipo de profesores con sentido compartido de responsabilidad en los procesos académicos y resultados educativos. Diversos autores han constatado que cuando se gestiona en los centros escolares instancias permanentes de reflexión, surgen procesos de cuestionamiento de las creencias docentes, afectando su pensamiento pedagógico y dilucidando su enfoque de enseñanza que prima en el aula (Serrano, 2010; Ferreyra, 2012; Rojas, 2014; y Mellado & Chaucono, 2015). Entonces, resulta indispensable que los líderes escolares tengan un mayor conocimiento pedagógico, con distancia de enfoques educativos tradicionales para liderar las escuelas de manera efectiva, habituar al profesorado a tomar consciencia de sus acciones de aula y superar las barreras que impone la cultura escolar.

En consecuencia, los equipos directivos tienen el desafío de desarrollar comunidades profesionales de aprendizaje propicias para reflexionar y cultivar los saberes profesionales del cuerpo docente. En tal sentido, urge la construcción de diálogos pedagógicos entre el profesorado y directivos que emergen de aspectos a mejorar en el aula, develados de resultados de aprendizaje obtenidos por el estudiantado. Para alcanzar estos retos, se considera fundamental generar condiciones organizacionales adecuadas que permitan al profesorado aprender en conjunto y utilizar el aumento de tiempo no lectivo como una oportunidad para el aprendizaje entre pares. En definitiva, aquí cobra importancia democratizar el consejo de profesores y otras instancias no lectivas en una verdadera comunidad profesional de aprendizaje para la discusión pedagógica, el desarrollo del liderazgo docente y directivo como factor clave de mejoramiento escolar.