menú

En ningún otro momento de la vida social las personas sienten la importancia de la política con más intensidad y urgencia que en las grandes crisis, o cuando todo lo que se daba por sentado y funcionaba ‘en automático’, deja de hacerlo. Así es en la guerra, la revolución, los desastres naturales, o una epidemia. Desde la crisis en que estamos, el avance o retroceso en su control gira en torno a las decisiones y capacidad de aprendizaje del gobierno y el sistema político, como, decisivamente, en torno a la confianza de las personas en tal timón y sus propias capacidades de disciplina y apego a los requerimientos del bien común. Comparamos cada día además nuestras propias capacidades con las de otros países, culturas y gobiernos, para afrontar el mismo desafío…y nos preguntamos, legos y sabios, por nuestras  capacidades colectivas y la confianza y cohesión que faltan.

Desde la educación debemos interrogarnos especialmente sobre cómo preparamos para la vida juntos  y qué debiéramos hacer en términos de formación ciudadana. No sólo a la luz de la pandemia sino también, muy evidentemente, del estallido social de Octubre de 2019 y sus secuelas.

Abordo esta pregunta desde el currículo. Éste plasma lo que una sociedad quiere legar a la nueva generación, tanto del pasado como de su visión de futuro. Respecto a formación ciudadana, en las últimas dos décadas esta definición ha sido renovada cuatro veces: i) en 1996-1998, (gobierno Frei) cuando el currículo de la dictadura fue reemplazado por uno con orientación democrática; ii) en 2009 (gobierno Bachelet 1) en que se refuerzan contenidos cívicos que una Comisión de Formación Ciudadana en 2004 había advertido como faltantes; iii) en 2013 (Gobierno Piñera 1) cuando se decreta nuevas Bases Curriculares hasta 2° EM, en las que se explicita un eje de formación ciudadana en el área de Historia en todos los grados; y en 2019 (gobierno Piñera 2), cuando se aprueba una nueva asignatura de Educación Ciudadana para el 3° y 4° Año de la EM.

La evolución que subyace a los cambios referidos muestra una inequívoca tendencia a hacer de la formación ciudadana algo cada vez más coherente y completo  en propósitos y contenidos. La trayectoria ha sido acumulativa: lo que tenemos hoy es claramente superior a lo que tuvimos en etapas anteriores. Un segundo rasgo es que en términos generales no se observa un zig-zag ideológico acorde con los cambios de gobierno. Un tercer rasgo mayor es que en términos de organización, el currículo llegó finalmente a una arquitectura que combina las dos posiciones de una discusión de décadas en el campo educacional, acerca de la conveniencia de hacer la formación ciudadana en forma distribuida en varias asignaturas (Historia, Orientación, Filosofía), o en una asignatura especializada. En el currículo vigente tenemos la primera fórmula desde 1° EB hasta 2° Medio, y la segunda en 3° y 4° EM.

Dos ámbitos o dimensiones fundamentales de la educación ciudadana son los valores o principios en que forma, y las acciones y procesos para los que forma. Desde ambas perspectivas el currículo vigente tiene definiciones que son importantes de examinar, especialmente desde la crisis que vivimos.

El currículo definido en 2013 y en 2019 le da la mayor presencia o peso en sus definiciones a tres principios o valores: democracia, derechos humanos y diversidad, que son los mismos que priorizan las  dos definiciones curriculares precedentes (1). En sentido contrario, el currículo otorga mínima o inexistente presencia, a los principios de solidaridad, bien común y cohesión social. En el ámbito de las acciones y procesos intrínsecos a la ciudadanía y participación democráticas, el currículo prioriza derechos, competencias de reflexión crítica, y participación en acciones políticas. En contraste, le otorga mínima importancia, o no menciona, voto, representación, pluralismo, deliberación. Los territorios iluminados por el currículo, su foco, son poco disputables. En cambio, la zona en la sombra, es de crítica importancia visibilizarla y cuestionarla. La tríada de valores no considerados tiene implicancias serias y evidentes; no priorizamos, en el área de la experiencia escolar explícitamente dedicada a establecer en cada educando las bases morales para la vida con los otros, cercanos (convivencia) y lejanos (ciudadanía), ningún valor orientado a descubrir y alimentar lo común en la diferencia, la trascendencia del conflicto en función del conjunto, el compromiso gratuito con el otro en necesidad. En el ámbito propio de la participación ciudadana, quedan en la sombra o mudos (sin presencia), mecanismos y procesos basales de la democracia representativa, como voto, representación, deliberación y negociación.

Dicho sin matices, nuestro currículo no explicita que es necesario construir a través de la educación las bases culturales de la cohesión; tampoco explicita lo nodal de enseñar a apreciar el voto y la participación formal en política, y no solo conocer sino apreciar la necesidad de la representación, la deliberación, y el pluralismo, como componentes sillares de la institucionalidad política democrática.

Más allá de lo señalado, el currículo vigente subraya como prioritarias las capacidades críticas respecto a la política y sus instituciones, sin dar luz alguna en la dirección del aprecio y lealtad necesarios con las instituciones y la creencia democrática. Es como si pudiera haber ciudadanos sin amor ni capacidad de sacrificio por su ciudad – toda ella, no sólo la propia tribu-. Desde una perspectiva que valora la capacidad crítica como propósito clave de la educación, pero que al mismo tiempo es consciente de que ella no es suficiente para ser ciudadano, los déficit que se han señalado de nuestro currículo dan especial peso a una pregunta que todo educador, en un momento como el que vivimos, debiera tomar especialmente en serio: ¿En términos cívicos, qué enseña a amar la experiencia escolar de Chile?

(1) La base de evidencia del análisis que sigue está en Cristián Cox y Carolina García (2020). Dos décadas de evolución del currículum de la educación ciudadana en Chile. En, B. García-Cabrero et.al. (editores) Cívica y Ciudadanía en América Latina. México: Santillana (en proceso de publicación).