Sebastián Donoso
Jefe de Línea "Desarrollo de Capacidades en Instituciones Formadoras".
Los líderes pedagógicos del sistema educativo –tanto a nivel escolar como de organizaciones intermedias-, enfrentan un conjunto de desafíos claves para los cuales requieren de gran claridad estratégica, preparación teórica y metodológica, producto no solamente de las macro transformaciones del sistema educativo chileno en proceso, sino esencialmente para responder a las expectativas de una sociedad que -pese a todos los problemas del sector- aún sigue pensando que la educación es una de las soluciones más eficientes e importantes para la marcada desigualdad e inequidad que nos afectan como país.
Tanto en educación como en otros sectores pareciera que la ciudadanía se cansó de ser un “cliente” y aspira a construir reglas que nos devuelvan la condición primero de personas y luego de ciudadanos pertenecientes a una sociedad inclusiva. Ambas demandas el mercado no las puede satisfacer, pues son opuestas con sus principios. Para ser estudiantes y no clientes no puede existir una relación comercial de por medio, pues de ocurrir y ser dominante -como se ha enfatizado en el caso chileno- desvirtúa la esencia de esta relación conduciéndonos de vuelta al plano de clientes.
La eficiente instalación -en el caso chileno- del mercado en la educación pública y subvencionada, se asienta entre otros aspectos en tres principios que llamaremos operativos.Primero; que los padres tiene el derecho de elegir el establecimiento (libertad de elección), pero no obstante ello entra en tensión con elsegundo principio; el sostenedor es el que finalmente acepta al estudiante (sustentado en el derecho de propiedad que le asiste). Todo ello en un espacio o área (el mercado) cuyo principio operacional fundamental es la competencia -tercer principio-, a partir de la relación precio calidad. El mercado para operar debidamente necesita generar alternativas de diversa calidad (y precio).
Si la educación debe proveerse no por criterios de mercado sino como derecho social, se comprende que su provisión responde a una jerarquía valórica diferente, sin otro mérito que el ser persona en el contexto del país, ello impone a los líderes educacionales de todo nivel desafíos importantes para conducir los procesos educativos hacia esos objetivos.
En tanto el origen socioeconómico de la familia explique al menos el 60% sino más de los resultados educativos de un estudiante, y el establecimiento aproximadamente un 15% o 20%, estamos diciendo dos cosas: uno, que el aporte de los establecimientos escolares (desde los más pudientes a los más vulnerables) es mucho menos significativo que el origen “de cuna” de los estudiantes, y segundo; que la escuela no es un instrumento eficaz de corrección de las desigualdades (entendiendo que es la sociedad chilena desigual en todas sus dimensiones no solamente en educación). Así, el gran desafío del sistema chileno es construir una escuela potente que corrija las desigualdades, esta tarea es compleja, pero ineludible. Las transformaciones instaladas desde el año 2014 apoyan esta labor pero no son suficientes, se requiere de líderes sólidos en sus objetivos y procedimientos.
Una escuela de calidad es aquella que integra, que trabaja con la diversidad y desde ella construye una microsociedad en que sus estudiantes y maestros se apoyan, colaboran y aprenden a entenderse. Es decir, todo lo contrario de la estéril competencia del sistema educativo chileno que evidencia su ineficiencia en los resultados anteriormente reseñados.
Segundo, la escuela debe enseñar a quienes se comportan como clientes a funcionar de manera diferente, es decir como estudiantes, y restableciendo que el principio del pago (directo o indirecto por el servicio educativo) es la oportunidad educativa de calidad que brinda el establecimiento y no solamente la satisfacción del cliente, y que corresponde a los especialistas educativos definir las estrategias para alcanzar los resultados esperados, en consonancia con las familias.
Tercero, la construcción de una sociedad inclusiva no es una moda educativa, sino una urgente necesidad de una ciudadanía que requiere terminar con aquellos actores sociales abusivos, donde algunos se coluden, protegen, amparan y defienden para mantener principios -sea en el mundo de los negocios, la salud, la educación, las pensiones, la religión, la política, el deporte u otras- incluyendo otras dimensiones sociales como los deportes.
La escuela y el liceo son la gran microsociedad en la que nuestros estudiantes aprenden a practicar las normas de ciudadanía, las normas de la democracia.
Cuarto, un sistema educativo de gran calidad es la derrota del mercado, si el factor cotización de la escuela no fuera importante, es decir; si los resultados educativos de calidad se pudieran alcanzar -más menos en cualquier establecimiento –derrotaríamos al mercado desde la perspectiva más relevante, la calidad de la enseñanza.
Para ello se necesita de líderes muy capaces.