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El CEDLE cuenta ya con dos generaciones de líderes sistémicos formados en Chile, experiencia a partir de la cual podemos dar cuenta de algunos aprendizajes que posibilitan el avance hacia una definición más propia y operacional del líder sistémico, en tanto actor clave del mejoramiento del sistema educativo chileno. Experiencia que podemos afirmar puede enriquecer la definición inicial del líder sistémico construida por David Hopkins, para un contexto británico de inicios del siglo XXI, que lo concibe como un director de escuela dispuesto “a asumir roles más amplios a nivel del sistema educativo para asegurar tanto el éxito de otras escuelas como el de la propia” fomentando un tipo de liderazgo con la capacidad de modificar el stutus quo de escuelas atomizadas, en suma, con la capacidad de cambiar su contexto y no ser determinado por éste.

En términos más específicos, un líder sistémico, en tanto nuevo rol del sistema educativo, debe contar con capacidad de aportar al mejoramiento del sistema, debería comenzar a abordar su desempeño cotidiano considerando al menos cuatro dimensiones de prácticas de liderazgo que resultan clave para ser un aporte en el sentido de los cambios requeridos: En primer término, comprende el sentido del mejoramiento continuo, sobre el cual posee también una motivación moral; sabe también que el mejoramiento lo debe hacer en colaboración con los otros integrantes clave de la comunidad educativa, entiende que para llevar adelante los cambios se encontrará con muchas incertezas y para enfrentarlas deberá desarrollar una necesaria confianza entre los actores de su comunidad y red, finalmente, concebir que un soporte importante para las tareas que implica el cambio y la mejora es el trabajo en red con actores representantes de otros establecimientos educacionales. Pasemos a continuación a desarrollar estos enunciados.

El mejoramiento continuo se debe realizar respecto de aspectos clave del quehacer educativo. El líder sistémico tiene claro que el mejoramiento educativo se debe entender como una “cadena”, esto significa que para poder mejorar resultados o rendimientos escolares se deben desarrollar procesos educativos más relevantes, efectivos y pertinentes que los actualmente desplegados en el establecimiento educacional, y para lograrlos es necesario, en todos los casos, cambiar sus propias prácticas y las de los otros actores definidos como clave para el proceso educativo. Por ejemplo, un directivo no puede imaginar que está generando mejores condiciones para el cambio de prácticas docentes, por el solo hecho de realizar, lo que en el Plan de Mejora se categoriza como “acompañamiento al aula”, porque si éste acompañamiento lo lleva a la practica con sus tradicionales procedimientos de supervisión y control, el acompañamiento tendrá poco efecto en el propósito buscado.

Aspirar al mejoramiento continuo de procesos educativos y de gestión y sobre todo de los resultados de aprendizaje de los estudiantes es una motivación que cuenta con una innegable connotación moral. Los actores que emprendan la tarea del mejoramiento no solo operarán desde la pura dimensión técnica educativa, también lo harán desde el convencimiento que se encuentran realizando una tarea que abre oportunidades significativas a un conjunto de personas.

El cambio necesario para lograr el mejoramiento continuo se debe realizar en colaboración con otros miembros de la comunidad educativa. Una primera premisa a considerar por un líder sistémico es que difícilmente un cambio, por atractivo que este aparezca, va a contar con la adhesión de todos los integrantes de su comunidad educativa, pero sí debe partir con algunos actores que resultan clave para el logro de la iniciativa y estos se deben desplegar una actitud de permanente colaboración mutua, siempre será incompleto que desarrollar sus tareas de manera aislada por relevante o simple que aparezca la tarea. Para avanzar en la colaboración entre los actores imprescindibles para el cambio determinado, en primer término, se deben definir propósitos significativos que se expresen de manera clara y comprensible para todos los protagonistas del cambio, los propósitos se deben concebir de manera articulada entre sí y con todas las herramientas de planificación presentes en su establecimiento educacional, un líder sistémico no pretende lograr un cambio significativo teniéndolo claro solo él o algunos directivos y de espaldas al PEI o el PME de su centro educativo, por el contrario, se debe destacar el hecho de generar iniciativas de cambio que fortalecen las orientaciones contenidas en los instrumentos de planificación.

El camino del mejoramiento se encuentra lleno de incertezas. El líder sistémico aborda la gestión de los procesos de cambio de la organización educativa teniendo claro que no se encuentra todo definido, encontrará muchos espacios de incertidumbre que plantean dilemas, a veces muy significativos, para los cuales no siempre encontrará una solución, rápida, clara y formal, por lo tanto deberán buscar sus propias salidas en conjunto con los actores que se encuentran en colaboración, las soluciones propias tendrán éxito en la medida que los actores en colaboración desarrollen mínimos niveles de confianza mutua, para poder enfrentar la incerteza en colaboración con otros, y no perder el necesario entusiasmo, se requiere desplegar intencionadamente acciones que permitan contar con comunicaciones adecuadas y desarrollar una necesaria empatía, las que en conjunto contribuyen al incremento de la confianza mutua, que será la base para un enfrentamiento más efectivo de los desafíos más significativos.

Finalmente, la participación activa de los directivos en redes escolares de distinta naturaleza (territoriales, temáticas, estratégicas) son esenciales para enriquecer el aprendizaje de los líderes sistémicos, la experiencia de los otros se puede transformar en un aprendizaje a la mano de cada uno de los integrantes de la red. Es un espacio de confianza en el que se conversan los desafíos que surgen de las aulas, no se le buscan propósitos a la red en sí misma, sino que sus integrantes buscan alternativas a sus propios desafíos escolares, que en muchos casos resultan ser comunes.

[1] Hopkins D. (2008) Hacia una buena escuela. Experiencias y lecciones. Santiago: Área de Educación Fundación Chile.