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La formación ciudadana y el liderazgo se han transformado en dos temas destacados y de
actualidad en la educación chilena. En el caso de la formación ciudadana es necesario
precisar que el objetivo que persigue esta, es que los estudiantes adquieran las
competencias necesarias para vivir una vida democrática, como se establece en la Ley
General de Educación. Para propiciar la adquisición de competencias ciudadanas en la
escuela es importante generar las instancias, espacios y proveer de los recursos para este
objetivo. En este punto, el liderazgo adquiere gran relevancia, personalizado en la figura del
director o directora, quien debe entregar los lineamientos y la visión, acerca del camino a
seguir respecto de la formación ciudadana.
Lo mencionado anteriormente, ha propiciado que los investigadores del ámbito educativo
se interesen en la generación de estudios en los dos temas entes descritos, y sus resultados
dan cuenta de la necesidad de contar con profesionales que posean habilidades y
competencias que permitan liderar cambios desde el interior de las escuelas, promoviendo y
gestionando la organización escolar con actitudes que potencien la colaboración, visión y
objetivos compartidos, valores democráticos, articulando un ambiente propicio para el
aprendizaje. El liderazgo y su relación con el cambio tiene un papel central en los procesos
de mejora en las escuelas, así lo demuestra el interés por investigar su influencia en el éxito
de estas (Bolívar, 2011; Fullan, 2011; Leithwood y Sun, 2012; Leithwood, 2009; Mulford,
2006; Murillo, 2006).
En este sentido, la influencia ejercida por los líderes escolares ha sido estudiada desde
diferentes perspectivas que buscan explicar la relevancia e impacto de su rol profesional.
Enfoques como el liderazgo para la justicia social, inclusivo o centrado en el estudiante,
evidencian su relación directa con aspectos del desarrollo de las personas y de una sociedad
más justa (Murillo y Hernández-Castilla, 2014; Robinson, 2016; Ryan, 2016). En sintonía
con estos desafíos, desde el contexto nacional se promulgó la Ley 20.911 donde se
establece que los establecimientos educacionales deberán diseñar y desarrollar un Plan de
Formación Ciudadana con el objetivo de brindar una formación integral a los estudiantes,
para asumir responsablemente la vida en una sociedad democrática. Específicamente, en la
implementación de estos planes, una variable que pudiese incidir en su desarrollo e impacto
estaría referida al significado atribuido desde los equipos de gestión al constructo de
“formación ciudadana”. Es por ello, que la exploración de las concepciones que tienen los
directivos respecto de la formación ciudadana resulta relevante, ya que éstas son
construidas a través de la experiencia y vivencias que cada individuo construye
naturalmente a partir de las interacciones que se generen con el entorno; por otra parte se

encuentra la cultura, enmarcada en un contexto socio histórico y, finalmente la influencia
de los saberes formales adquiridos durante su formación profesional (Iriarte, Núñez, Martín
y Suárez, 2008).
En consecuencia, es fundamental conocer los significados que directores y sus equipos
otorguen a la ciudadanía, ya que, desde sus roles, plasman sus ideas, creencias, supuestos y
valores propios (Starrat en Giles y Cuéllar, 2016). Por lo que la formación ciudadana puede
tomar diferentes perspectivas y connotaciones que, además, en las escuelas
tradicionalmente ha sido asociada y vinculada a la educación cívica, propia de la asignatura
de Historia y Ciencias Sociales, subestimando la transversalidad que tiene la ciudadanía,
declarada en los objetivos del currículo y que responsabiliza a todas las disciplinas en dicha
formación. Por ello la escuela, a través de sus líderes debe proyectar lineamientos que
permita ser la primera experiencia de ciudadanía de niños, niñas y jóvenes, favoreciendo la
inclusión, que posibilite un encuentro identitario con la comunidad, que entregue
competencias para convivir en el entorno social favoreciendo el respeto, los deberes,
comportamientos éticos y valóricos para la vida democrática (Peña, 2015; Comisión
Formación Ciudadana, 2004). Si bien, estos elementos se declaran en los objetivos del
currículum escolar y en los proyectos institucionales, es necesario llevarlos a cabo a través
de prácticas que promuevan su apropiación. Por ello, cabe destacar, que desde esta
perspectiva los líderes educativos son agentes claves para favorecer dichas prácticas.