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Por Nibaldo Benavides Moreno y Jorge Alarcón Leiva

El Liderazgo es un asunto de dimensiones múltiples. Tiene, cuando menos, aspectos subjetivos, de reconocimiento intersubjetivo e intervienen en su surgimiento y despliegue algunas normas, positivas o consuetudinarias. Ninguno de tales aspectos basta por sí solo para dar, digamos, con un perfil definitivo que garantice que una función directiva sea llevada a cabo como liderazgo. La inversa es también verdadera. Por ello es que el liderazgo no es (siempre) igual a una función directiva, puesto que esta última puede ejercerse sin que estén presentes los rasgos del líder. E inversamente, como se ha dicho.

Esta constatación no impide, no obstante, promover la regulación de procesos que permita identificar líderes que cumplan funciones directivas en todas las organizaciones públicas. En especial, que las cumplan en contextos educativos, de cualquier nivel del sistema escolar, el cual presenta múltiples desafíos cuyo abordaje revela una creciente complejidad y pone en evidencia su relevancia social.

Así es como en el marco de la Ley Nº 20.501, de Calidad y Equidad de la Educación promulgada en 2011, el Sistema de Alta Dirección Pública (SADP) se incorpora activamente en la selección de directivos para la educación pública chilena, con la finalidad de otorgar un mayor nivel de formalidad y transparencia a los procesos de reclutamiento de personal directivo. En este contexto, el Director/a elegido/a debiera evidenciar ciertas habilidades que le permitan desarrollar sus funciones en el contexto en que se inserta el establecimiento que aspira dirigir, por lo que un postulante a suplir la demanda por directivos competentes en el sistema escolar, debiera atender a la forma en que se articulan diversas orientaciones e instrumentos que de la política pública en educación.

La regulación que promueve la selección de profesionales debidamente calificados para la gestión de la educación pública, identifica dichas calificaciones como un conjunto amplio pero delimitado de habilidades que, sumadas, conforman el perfil directivo deseado para asumir las responsabilidades directivas escolares y de nivel comunal. Este conjunto puede describirse del modo siguiente.

Ante todo, se espera que el postulante muestre pasión por la educación. Para dirigir una institución escolar es necesaria motivación e interés y demostrar, asimismo, entusiasmo por la labor, lo que como rasgo del liderazgo fomenta la generación de más y mejores expectativas en el equipo de trabajo. Para el caso de la función directiva escolar, es exigible además un tipo de liderazgo pedagógico, vale decir, se necesita sensibilizar a toda la comunidad educativa respecto de la importancia de cómo y para qué educar a los estudiantes,  en el contexto de una visión estratégica que permita detectar y comprender las señales sociales y culturales del entorno local, comunal y nacional, y utilizar esta información como eje fundamental para la proyección del engranaje institucional, mediante el uso del conocimiento técnico para diseñar, implementar y evaluar las propuestas.

Otro aspecto central se refiere a la gestión y logro, es decir, dirigir y dar cumplimiento a objetivos y metas, que requiere capacidad de promover el desarrollo profesional de todo el equipo de trabajo. El hecho mismo de participar en éste, supone resolver problemas surgidos a consecuencia de la interacción de personas en entornos que presentan continuos y complejos desafíos que requieren soluciones innovadoras y compromiso profesional. La innovación aludida implica, entre otras cosas, capacidad de adaptación al entorno y la articulación de redes, esto es, involucrar a la comunidad en el proyecto educativo e identificar y establecer relaciones y redes de apoyo.

Las exigencias relacionadas con la selección del SADP, constituyen un buen conjunto de señales que permiten identificar factores clave de buenas prácticas de liderazgo educativo. 

En efecto, el cluster de habilidades técnicas, estratégicas, de relación interpersonal, entre otras, orientan respecto de la necesidad de introducir el liderazgo como elemento central de la función directiva. Las habilidades descritas se complementan a su vez muy fuertemente con las cuatro dimensiones de la Gestión Escolar en las que se enmarcan  los “Estándares Indicativos de Desempeño”, vale decir, Liderazgo, Gestión Pedagógica, Formación y Convivencia, y Gestión de Recursos.

Se trata, en un caso, de orientar en relación con los requerimientos que exige la función de directivo escolar en orden a cumplir funciones de liderazgo en relación con el conjunto de la comunidad escolar. En el otro, se busca establecer las áreas en las que estas habilidades debieran impactar de forma más directa, favoreciendo mejoras de diverso rango en todo el sistema escolar. De forma que se busca mejorar la relación del perfil directivo con los resultados escolares, mediante el ejercicio del liderazgo en todos los ámbitos que la educación requiere.

A su vez, mediante esta relación se promueve, que la gestión directiva y el impacto en mejores resultados educativos sea la consecuencia de la adecuada integración en quien ejerza el rol directivo de las dimensiones diversas que constituyen el liderazgo. En este sentido, bien puede decirse –sin ánimos maniqueistas- que las escuelas y los liceos chilenos, sobre todo pero no solamente ellos, necesitan menos management y más liderazgo. Así también, requieren el concurso de menos gerentes y más líderes pedagógicos que entiendan la compleja tarea de educar en tiempos interesantes.