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Pero para que la red pueda cumplir un rol positivo y útil para sus actores integrantes debe contar con una serie de condiciones que los mismos socios deben procurar, entre éstas se pueden señalar las siguientes. En primer lugar; se debe definir la finalidad del trabajo de una red, que resulta vital para fortalecer su sentido de utilidad y simultáneamente asegurar su sobrevivencia y sustentabilidad. La finalidad en ningún caso debe obedecer solo a la mantención o fortalecimiento de la red, la red debe ser concebida como un medio para la obtención de logros sustantivos para sus integrantes, la finalidad debe asegurar la utilidad de su funcionamiento para beneficio y apoyo de cada uno de los establecimientos que la componen. En este sentido, el propósito del trabajo de la red debe ser un espejo del desafío con el que cuentan las organizaciones educativas que la integran, ser un insumo importante para la tarea a la que cada uno de sus componentes deben apuntar a producir retroalimentación de información, a través de la colaboración mutua, obtener consejos, información y otros recursos y, por cierto de manera óptima llegando a realizar actividades o proyectos de manera conjunta, de manera que se llegue a una dinámica de interacción que haga verdadera la sensación de estar conformando una fraternidad de trabajo.

A partir de la finalidad definida y compartida entre sus miembros para la red, se debe poder generar un plan de trabajo más acotado en el tiempo, podría ser un año por ejemplo, en se enmarquen y expliciten objetivos y actividades logrables, es imprescindible explicitar la realización de actividades que vayan más allá del mero intercambio de información ya sea desde cada uno de los establecimientos a la red o viceversa. El intercambio de información es nada más que una de las posibilidades, probablemente muy importante, pero quizás de las menos sofisticadas de la red y por cierto en ningún caso debe agotar el trabajo de las mismas.

La red y sus directivos responsables deben avanzar en torno a la producir colaboración, es decir, generar información y retroalimentación respecto de las actividades, proyectos y programas de cada una de las escuelas que la componen, para así avanzar al nivel más completo del trabajo de las redes como es la cooperación en la realización de proyectos conjuntos, en que se comparta un diseño, su proceso de implementación, el monitoreo y la evaluación, asegurando el aprendizaje mutuo del trabajo emprendido, que es el que permite la proyección del trabajo de la red a la siguiente etapa. Esta forma de proceder, si se hace sistemática, tiene además la potencialidad de apoyar la autonomía de los establecimientos de la red, autonomía que se basaría en el aumento de la seguridad respecto de sus ideas, procedimientos y recursos para avanzar hacia cambios significativos que impliquen la mejora de procesos y resultados educativos.

Finalmente, la red debe ser concebida por sus actores, fundamentalmente los directivos de establecimientos educativos, como un medio muy potente para que cada establecimiento que la compone entregue y a su vez reciba retroalimentación respecto de tareas clave vinculas a sus principales y urgentes desafíos, sobrepasando así el sentido de solo estar trabajando según lo dictaminan las políticas y los expertos que las conducen, como si fuesen modas sin demasiado sustento, que hoy podrían estar valorando a la red escolar por sobre el trabajo individual y aislado de las escuelas y liceos. La red puede significar un hito significativo en la mejora sistémica de la educación chilena, implicando en ello un rol muy significativo a aquellos directivos escolares que les corresponde vincularse más directamente con los directivos de los otros centros educativos para constituir este eje significativo para la mejora: las redes escolares.