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Son múltiples los motivos para argumentar la relevancia del liderazgo en el cambio educativo, desde asegurar el funcionamiento institucional y promover climas laborales armónicos, hasta asegurar el aprendizaje de todas y todos, ser director(a) en Chile hoy constituye un desafío tremendo. En este escenario las teorías y prescripciones abundan, y se diversifican las definiciones en torno al “buen” líder: distribuido, transformacional, contingente y otros apellidos son algunos ejemplos.

Estas perspectivas se han afirmado sobre el deseo de que la escuela mejore. Sin embargo, los desafíos educativos cambian: las necesidades educativas, las características de los territorios y las desigualdades sociales se manifiestan dentro y fuera del aula. La justicia social como respuesta ante las desigualdades y la inclusión como acción que transforma las dinámicas de exclusión, han aparecido como desafíos educativos para pensar el sentido y el valor de la educación. En este contexto ¿es suficiente un liderazgo solo para la mejora?

Concebido desde una perspectiva inclusiva, el liderazgo se ve tensionado y su comprensión se alimenta de perspectivas. Siendo la inclusión un proceso complejo, donde convergen culturas, y políticas prácticas pertinentes con ella, se requiere constante reflexión sobre la escuela y una mirada aguda sobre la vida que en ella se gesta.

¿Qué hacen las(os) líderes cuando en una escuela se afirma que “somos inclusivos porque tenemos PIE”? Quizá abran una reflexión colectiva, y cuestionen las creencias a la base de esta afirmación, dado que no bastan las acciones para construir inclusión, si no se acompaña de ciertos valores compartidos. Puede que también indaguen el sentido de un Programa de Integración, y quieran conocer la experiencia de quienes participan en él, porque incluir implica escuchar…

¿Cómo se relacionan las(os) líderes con la creencia de que “lo más justo que podemos hacer es ofrecer una educación de calidad”? Podría revisar sus propias concepciones sobre qué es la calidad, y flexibilizar la percepción sobre un currículo que no siempre permite ver otros saberes importantes para la comunidad. Tal vez quiera explorar con sus docentes y reconocer a quiénes no están participando de ese proyecto educativo, ya sean estudiantes o trabajadores que puedan sentirse excluidas/os debajo del acuerdo aparente…

Desde los ejemplos anteriores, aparecen elementos clave para el liderazgo ante el desafiante llamado a construir escuelas justas e inclusivas. Un liderazgo inclusivo no se limita a un conjunto de competencias: implica una mirada compleja y específica sobre los propósitos educativos, no es técnico, sino reflexivo, y busca cuestionar las propias creencias y supuestos sobre la escuela, sus elementos y las personas que la habitan. Pero sobretodo, es un liderazgo que no es individual, sino colectivo: e involucra a la comunidad escolar en un diálogo constante donde se reconoce la segregación y la injusticia para transformarlas.

Esta mirada puede ser contracultural en muchos sentidos, y nos interpela a mirar los sentido y valores que se ponen en juego en la práctica, asumiendo que el foco en la mejora y la búsqueda de héroes escolares es insuficiente e incluso contraproducente. Una nueva posibilidad aparece para quienes lideran en escuelas, liceos y colegios, pero también para la investigación y la formación: asumir la justicia social e inclusión como perspectivas, reconociendo las múltiples formas de la segregación, e impulsar procesos colectivos y participativos donde el liderazgo se repiense y enriquezca.