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Todavía en estos tiempos es habitual que se asocie el liderazgo solo con quienes dirigen los establecimientos escolares. No faltan ocasiones, como discursos en actos públicos o incluso conferencias académicas, en que se habla de “los líderes” como un sinónimo para referirse a directores y directoras. Dicha asociación es falaz no solo porque no todos los directores/as desarrollan un liderazgo hacia su comunidad educativa, sino que también porque invisibiliza la existencia de otros liderazgos dentro de aquellas. 

El concepto del liderazgo docente ha venido a reivindicar prácticas de muchos profesores y profesoras que inciden positivamente sobre sus colegas y sobre la comunidad escolar. El docente líder es más que un docente experto que desarrolla un excelente trabajo en aula, puesto que su influencia va más allá que el grupo de estudiantes con los que directamente trabaja. Su experticia profesional sí suele ser una base que le otorga credibilidad ante sus colegas. El liderazgo de un docente implica asumir iniciativas y responsabilidades que exceden su trabajo de aula, incidiendo tanto en la práctica educativa colectiva como en el cambio de la cultura escolar del establecimiento. De ahí que autores como Caena (2021) planteen que los docentes líderes pueden ser caracterizados como innovadores, investigadores en la práctica, trabajadores en equipo y formadores de otros docentes. Estos docentes líderes pueden o no tener roles de mayor responsabilidad, tales como jefaturas de curso o de departamento, no siendo su posición formal en la organización, sino que sus prácticas de liderazgo fuera del aula lo que les caracteriza.

En la generación del liderazgo docente intervienen diferentes factores. Por una parte, los rasgos personales son relevantes: suelen realizar estas prácticas de liderazgo, docentes que poseen ciertas actitudes, convicciones y competencias específicas, tales como una alta disposición a innovar, o bien un fuerte compromiso con la labor docente y con el centro educativo. Por otra parte, las características que posee el centro escolar son relevantes para que florezca el liderazgo docente. Así, la existencia de una cultura escolar basada en la confianza, la cooperación y el fomento de la agencia docente, la tenencia de espacios y oportunidades para desarrollar un diálogo profesional colectivo, o la prevalencia de un tipo de liderazgo distribuido de parte de la dirección, son elementos facilitadores. Por último, las políticas educativas también intervienen, no dando lo mismo si ellas poseen (o no) elementos que promueven, sea de manera directa o indirecta, el liderazgo docente. En este sentido, es importante si la definición que se tiene y comunica del quehacer docente se restringe exclusivamente a su labor en aula o, por el contrario, incluye la acción colaborativa hacia los otros docentes y el compromiso respecto de la comunidad escolar en su conjunto.

La creciente atención al liderazgo docente responde al reconocimiento de su efecto sobre la mejora escolar, transformando al centro educativo en un mejor espacio de aprendizaje para los adultos y para los estudiantes.  Más precisamente, se ha establecido que el ejercer prácticas de liderazgo tiene consecuencias positivas sobre los propios docentes líderes, que aumentan su autoestima profesional, así como su percepción de autoeficacia, su motivación, responsabilidad y compromiso organizacional. Del mismo modo, este liderazgo incide en el conjunto del cuerpo docente, mejorando la convivencia entre pares, la cultura de colaboración, la innovación pedagógica, el compromiso colectivo por cumplir con el proyecto educativo institucional, y la instalación de auténticas comunidades profesionales de aprendizaje.   Estos elementos llevan a que el liderazgo docente incida,  directa e indirectamente, en el desempeño académico y no académico de los estudiantes, siendo una poderosa herramienta para transformar la calidad de la educación de un centro escolar. 

En suma, durante estos tiempos desafiantes, en que seguimos viviendo los estragos educativos de una pandemia que agudizó problemas graves de calidad y equidad de la educación chilena, y ante los cuales se requiere desplegar con fuerza la reactivación educativa en cada jardín infantil, escuela y liceo, conviene recordar la importancia de potenciar el liderazgo de nuestro profesorado. Sin liderazgo docente no habrá una auténtica transformación educativa.