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Nos encontramos en una situación aporética en lo que respecta al debate intercultural. En la mitología
platónica, Poros conoce muy bien los obstáculos y posee los recursos necesarios para superarlos.
Poros es la personificación del sendero conocido. Penia también las conoce, pero tiene competencias
para afrontarlos, es en este sentido indigente, pobre. Ser consciente de esta indigencia la moviliza
constantemente a salir de ella, pero lacónicamente fracasa. En eso consiste la penuria. Las situaciones
aporéticas son tiempos de penuria, ya nos lo advertía Martin Heidegger desde Friburgo y
recientemente lo ha escrito Fidel Tubino en Lima. Los tiempos de penuria son aquellos en los que la
conciencia de las dificultades nos moviliza, pero carecemos de los recursos que nos permitirían
superarlas. Los tiempos de penuria son también tiempos de enorme creatividad, de nuevos retos. Así
está la interculturalidad. El resurgimiento de lo étnico, de lo indígena, de lo ancestral como espacio de
construcción de nuevas identidades o la resurrección de identidades casi muertas está conduciendo en
muchas partes del mundo a conflictos interculturales e interétnicos sin precedentes. Pero los
gobiernos, los agenciamientos de la calidad, los centros de investigación, los expertos, los líderes y
lideresas, los propios miembros de los pueblos originarios carecen (carecemos) aún de los recursos
necesarios –teóricos y prácticos- para cambiar el devenir de los acontecimientos del mundo. Esto es
los identifica una situación aporética. A mayores conflictos interculturales y multiculturales, se
multiplican los discursos, las maestrías y los doctorados y las tesis sobre interculturalidad. Comienzan
a sobrepoblarse los relatos de temas y lugares comunes. Nos preguntamos junto a Tubino, Tom Clavin
y Bob Drury, ¿se trata de una moda?, o ¿ es una expresión genuina de una nueva sensibilidad
ontológica cultural?. La esperanza es que sea lo segundo. La interculturalidad no sólo es un concepto,
debe ser una especie de ordo amoris descriptivo, es decir, un modo de ordenar de los valores y
comportarse conforme a ese ordenamiento. No es una propuesta epistémica ni un mero relato que
insiste en un entrecruzamiento de saberes, es una propuesta ética y política. Más que una idea es una
actitud. Hablar de educación intercultural en Europa es plantearse como integrar a los migrantes,
principalmente los magrebíes, cómo incorporarlos a la sociedad envolvente, respetando sus
particularidades culturales. En América Latina es plantearse cómo hacer para que los que vivieron
siempre aquí no sean sometidos a procesos de aculturación forzada, expulsado de sus territorios
ancestrales y postergados de sus derechos. Hablar de interculturalidad en América Latina es tener
como horizonte el mundo indígena. Ahora una cuestión es situarse desde la interculturalidad
funcional-neoliberal y otro asunto muy distinto, es posicionarse desde una interculturalidad crítica
reflexiva. Históricamente el estado chileno se ha posicionado desde una lógica funcionalista e
instrumental. La escuela y su perspectiva colonizadora republicana chilena, a partir de un currículo
disciplinario monocultural fabricó/fabrica cuerpos sometidos y ejercitados, dóciles al amparo de la
invención de una nueva anatomía política, que se tradujo/traduce en una multiplicidad de procesos,
con frecuencia menores, de origen diferente, de localización diseminada, que coinciden, se repiten o
imitan, se apoyan unos sobre otros, convergen y delinean. Su espacio privilegiado de actuación
temprana fueron/son las escuelas, liceos, internados y universidades. La disciplina como anatomía
política del detalle operó/opera desde la minucia de los reglamentos, la enseñanza, el aprendizaje, la
teoría pedagógica, las burocracias, inspecciones, pone bajo control las menores partículas de la vida y
del cuerpo al amparo una racionalidad técnica. En estos tiempos de penuria creemos que la
interculturalidad como actuación ética sostiene la necesidad de sistematizar sustratos de memoria,
saberes, deberes, encubrimientos, discursos, normas, controles, modos de encausamiento, que
fueron/son relacionándose/relacionando intersubjetivamente con el alumnado indígena hasta
naturalizar un régimen monocultural. Estas letras pretenden aportar la comprensión de la
implementación de un proceso de “colonialidad republicana” que reproduce legitimidades convenidas
socialmente y encauza a conveniencia supuestas desviaciones culturales, instrumentalizándolas hacia
fines acordes a la idea de una escuela única para Chile. Sigue siendo un desafío para todos reconocer
los matices respecto a la interculturalidad, la existencia de prácticas educativas y realidades culturales
híbridas, para darle contenido empírico a una mirada intercultural de este proceso y aportar a la
elaboración de políticas públicas que reconozcan y comprendan el sentido de las actuales formas
culturales indígenas.

escrita por:
Dr. Juan Mansilla Sepúlveda y Dra. Vanessa Valdebenito Zambrano