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Dagmar Raczynski
Jefa de Proyecto "¿Cómo se organizan y funcionan los equipos directivos para apoyar la labor docente? Un estudio en las escuelas básicas de las Regiones del Maule y la Araucanía".
“Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra”
(Gabriela Mistral, 1923).
Nuestra gran poetisa y profesora, hace un siglo atrás, planteaba que la formación escolar de los estudiantes no ocurría sólo en el aula ni dependía únicamente de conocimientos técnicos y profesionales. Tan importantes como éstos era la interacción social, las relaciones al interior de la escuela, las actitudes, los gestos, el vocabulario, las conductas. La cita se ha extraído del Marco de la Buena Dirección y Liderazgo Directivo que el MINEDUC publicó en 2015.
Este marco, a partir de una actualizada revisión de la literatura sobre liderazgo escolar—llama a “construir escuelas con visión de futuro, que en “un marco de actuación ético, genera espacios de confianza y participación en un ambiente que cautele el respeto y la inclusión de la comunidad”, bajo el entendido que las relaciones de confianza al interior de la comunidad escolar son un recursos estratégico y una condición imprescindible para el mejoramiento escolar. El texto señala que no basta con que el director y los integrantes de su equipo directivo tengan individualmente las competencias profesionales que se esperan, ya que lo que importa y define la formación de los estudiantes depende en importante grado de la naturaleza de las relaciones que construye el equipo directivo entre sus integrantes y de éstos con los docentes, con los estudiantes y apoderados. En este plano, la palabra confianza se menciona al menos 19 veces en el Marco de la Buena Dirección. A modo de ejemplo, un buen liderazgo directivo “demuestra confianza en las capacidades de sus equipos”, “establece relaciones interpersonales positivas y de confianza con los miembros de la comunidad educativa”, “promueve un clima de alta confianza y responsabilidad colectiva por los logros y dificultades del establecimiento”; “modela y promueve un clima de confianza entre actores de la comunidad escolar, fomentando el diálogo y la promoción de una cultura de trabajo colaborativo tanto entre los profesores como de estos con los estudiantes en pos de la eficacia colectiva y mejora continua”. El texto explicita que un buen liderazgo directivo transmite y genera confianza a través de sus conductas y actitudes; por su capacidad de ser creíble profesionalmente para los integrantes de la comunidad escolar; por mostrarse y ser imparcial y respetuoso; por demostrar integridad, coherencia y probidad en su gestión y apertura, honestidad, coraje y sabiduría en su actuar; por revisar críticamente sus actitudes y creencias personales y profesionales y estar atento y apoyar el desarrollo profesional como también a situaciones personales difíciles de quienes son parte de la escuela.
¿Cuán cerca o cuán lejos se encuentran las escuelas y colegios chilenos de lo que espera el Marco de la Buena Dirección y el Liderazgo Directivo en la dimensión de las relaciones e interacciones en su interior? No lo sabemos. La evidencia empírica en el tema es parcial y está dispersa. Un proyecto FONDECYT en curso (N°1150528), en el cual participa quien escribe esta columna, estudia las relaciones de confianza en una muestra aleatoria de 205 establecimientos de enseñanza básica de la región de Valparaíso, tanto municipales como particulares subvencionados. En cada establecimiento se encuestó al director, un grupo de entre 6 y 8 docentes y a entre 6-12 alumnos de 7° y 8° grado. El estudio está en proceso, pero podemos adelantar algunos resultados que sugieren que la calidad de las relaciones está lejos de ser óptima.
El Marco de la Buena Dirección llama a mirar la gestión directiva como un todo, estudiar la organización y las relaciones al interior del equipo directivo y de éste con los docentes, estudiantes y apoderados. Los primeros hallazgos del estudio sobre las relaciones de confianza al interior de los establecimientos insinúan que en muchas escuelas enfrentan tensiones o problemas en sus relaciones internas que se manifiestan con particular intensidad en la confianza que el director tiene en sus docentes y la que docentes y director tienen respecto a estudiantes y apoderados, relaciones que son eslabones básicos pensando en la procesos de mejoramiento escolar. Si como dice la literatura, en base a evidencia empírica rigurosa, la confianza relacional es aceite lubricante y engrudo de la organización escolar, sin el cual es difícil lograr una gestión educativa de calidad, los hallazgos revisados, plantean un desafío de proporciones al sistema y la política educativa. Enfrentar este desafío pasa por fortalecer el liderazgo escolar, del director y del equipo directivo.