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La crisis socio-política en que estamos como país interpela directamente a instituciones que no han dado el ancho. Un sistema democrático débil, un sistema económico de mercado a lo menos injusto, y una ideología neoliberal inhumana, nos hace cuestionar nuestro lugar en la crisis. Se levanta un movimiento social con demandas diversas, sin interlocución tradicional, totalmente desconectado de representantes visibles. Grupos violentos relativamente minoritarios aparecen con una agresividad poco vista en Chile hacia la propiedad pública y privada, pero más importante hacia personas. Fuerzas armadas, y carabineros utilizando una fuerza desmedida, violando derechos humanos.

Las y los directores de establecimientos escolares en chile, lideran instituciones. Instituciones que podrían ser también interpeladas por la crisis en cualquiera o más de los factores incluidos en la lista de arriba. Es necesario que el liderazgo que se ejerza en estos momentos ayude a que la normalidad de la rutina escolar no sea confundida con la normalidad falsa del “aquí no ha pasado nada, volvamos a lo nuestro”. Las comunidades escolares necesitan de líderes que muestren horizontes claros, y en momentos de crisis y poca claridad, creo no hay más claridad que la que viene del diálogo verdadero.

Y si bien es un diálogo que debe darse con los estudiantes, es en primer lugar algo que debe ocurrir entre las y los docentes y otros profesionales de la educación en la escuela. Las y los líderes deben ayudar a que lo que ocurre estos días a nivel de las emociones (rabia, angustia, pasión, liberación, etc), de los diagnósticos, de lo concreto de la protesta, y de las propuestas, sean materia de un diálogo que permita luego encontrarse con los estudiantes no con un discurso único (lo que sería bastante anulador de la autonomía política de las y los docentes), pero si con una posición compartida en cuanto al rol de educadores y educadoras en una institución como la escuela. No es lo mismo para un o una docente dialogar en tanto ciudadano en un cabildo el sábado en la tarde en la plaza de su barrio, que como formador o formadora de personas en una escuela.

Es por ello que creo que los diálogos entre las y los lideres con sus docentes y otros profesionales de la educación son especialmente importantes se den, de modo de salvaguardar la labor formativa. Y si bien se trata de un grupo relativamente homogéneo (docentes, profesionales, con trayectorias educativas similares, con ingresos similares, etc.), es al mismo tiempo un grupo con una profunda capacidad crítica. Es importante que las y los líderes resalten este aspecto, pues si se trata de dialogar, se trata de salir de la zona de confort, y no buscar solo aquello en lo que pensamos o sentimos igual, sino en lo que nos diferenciamos. Si no se hace este ejercicio, fácilmente el diálogo se empobrece, o peor aún, nos adulamos unos a otros en algo más parecido a un monólogo. Disentir y tener conflictos no es un fracaso del dialogo, sino parte de un diálogo verdadero.

Paulo Freire en Pedagogía del Oprimido y Pedagogía de la Esperanza, enseña que la educación verdadera se da en el diálogo. Y las condiciones de este diálogo son tres. Primero la fe en la buena voluntad de aquel a quien no conozco en la dimensión en que estoy dialogando. Segundo, tener esperanza en que el resultado del diálogo es mejor que el resultado de cada uno reflexionando por separado. Y tercero, no perder de vista el amor profundo a la humanidad que quiere ser reparada, y en la cual se sustentan los esfuerzos por hacer funcionar el diálogo. Estas condiciones pueden ayudar a la comunidad de los adultos en la escuela a dialogar con altura miras, y desde allí, dialogar con el resto de la comunidad desde su rol formador.