menú

Por María Elena Mellado Hernández, Carolina Villagra Bravo, Omar Aravena Kenigs

En el contexto de la reforma educacional chilena, una de las principales iniciativas impulsadas por el Ministerio de Educación son las Redes de Mejoramiento Escolar, como estrategia para el desarrollo de capacidades de los directivos y el mejoramiento escolar. Para alcanzar estos desafíos, es fundamental desarrollar una cultura de trabajo colaborativo que aporte al aprendizaje profesional individual y colectivo. En este sentido, las redes se presentan como una oportunidad para sus participantes, en la medida que transiten hacia una Comunidad Profesional de Aprendizaje.

Las Comunidades Profesionales de Aprendizaje se refieren a un grupo de personas que aprenden juntas con disposición y compromiso en función de objetivos comunes para mejorar profesionalmente (Bolívar, 2012). De igual forma, las comunidades buscan establecer procesos de aprendizaje orientados a la innovación, el desarrollo de capacidades, el mejoramiento de la práctica y el fortalecimiento de los vínculos sociales entre los miembros que la conforman.

Diversos autores plantean que una organización se constituye en Comunidad Profesional de Aprendizaje cuando su trabajo se sustenta en ciertos principios orientadores como confianza y apoyo mutuo; visión y objetivos comunes; responsabilidad compartida; aprendizaje colaborativo y liderazgo distribuido.

¿De qué forma una red de mejoramiento escolar se trasforma en una comunidad profesional de aprendizaje?

Para que una red de mejoramiento escolar direccione su funcionamiento hacia el aprendizaje y desarrollo profesional, se considera clave la autoevaluación del desempeño del líder escolar, en referencia a las prácticas directivas definidas por las actuales orientaciones de la política educativa. En este sentido, el Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar (MINEDUC, 2015) se transforma en un instrumento que orienta el proceso de reflexión y autoevaluación individual y colectivo de los líderes educativos, dando posibilidades para analizar, comprender y consensuar sus propias necesidades formativas y la toma de conciencia de los desafíos que enfrentan actualmente como directivos escolares.

Este proceso de autoevaluación reflexiva y permanente, construido en conjunto entre los integrantes de la red, favorece el cuestionamiento de sus marcos de referencia y tensiona sus creencias de gestión y liderazgo educativo. Asimismo, se propician diálogos sobre prácticas directivas efectivas con una mirada sistémica de la organización escolar, que articulan las diversas políticas con énfasis en la mejora de sus prácticas directivas y el desarrollo profesional docente como factores claves en el aprendizaje de niños, niñas y jóvenes.